viernes, 7 de marzo de 2008

DIALOGOS DE PLATÓN DESDE LA PAG 19

. Tú la sabes mejor que nadie y no te dejaré hasta que me hayas instruido; porque si no hubieses tenido un perfecto conocimiento de lo que es santo y de lo que es impío indudablemente jamás habrías fulminado una acusación criminal ni acusado de homicidio a tu anciano padre, por un miserable colono; y lejos de cometer una impiedad, hubieras temido a los dioses y respetado a los hombres. No puedo dudar que tú crees saber perfectamente lo que es la santidad y su contraria; dímelo, pues, mi querido Eutifrón, y no ocultes tus pensamientos./ E- Así lo haré para otra ocasión, Sócrates, porque en este momento tengo precisión de dejarte./ S- ¡Ah!, qué es lo que haces, mi querido Eutifrón; esta marcha precipitada me priva de la más grande y más dulce de mis esperanzas, porque me lisonjeaba con que, después de haber aprendido de ti lo que es la santidad y su contraria, podría salvarme fácilmente de las manos de Melito, haciéndolo ver con claridad que Eutifrón me había instruido perfectamente en las cosas divinas; que la ignorancia no me arrastraría a introducir opiniones nuevas sobre la divinidad./ LAQUES O DEL VALOR - Lisimaco, Melesias, Arístides, Tucídides, Nicias, Laques, Sócrates. / LISIMACO - La mayor parte de las gentes se mofan de esta clase de ejercicios y, cuando se les pide consejo, lejos de manifestar sus pensamiento sólo tratan de adivinar el gusto de los que los consultan y hablan siempre contra su propia opinión./ LI - Desde que fuimos crecidos, nos dejaron vivr en la molicie y en una licencia que nos han perdido mientras que estaban ellos entregados al servicio de los demás. Por esto es por lo que no cesamos de amonestar a nuestros hijos diciéndoles que, si se abandonan y no nos obedecen, se deshonrarán; en lugar de que si se aplican, se mostrarán quizá dignos del nombre que llevan./ Alguno nos ha dicho que nada mejor para un joven que aprender la esgrima./ LAQUES - Has hablado admirablemente, Lisimaco; pero lo que me sorprende es que acudad a nosotros para consultarnos sobre este objeto y no lo hayas hecho a Sócrates, que, en primer lugar, es de tu demo, y, en segundo, está consagrado por entero a estas materias relativas a la educación de los jóvenes para indagar las ciencias que les son más necesarias y las ocupaciones que más les convienen./ LI - Ahora recuerdo que mil veces estos jóvenes, hablando juntos en casa, repiten a cada momento el nombre de Sócrates, de quien dicen mil alabanzas./ LI - ¿Qué dices? ¿Qué te parece? ¿Este ejercicio de la esgrima merece ser aprendido por los jóvenes?/ S - Sobre esto, Lisimaco, trataré de darte el mejor consejo de que sea capaz y no dejaré de cumplir cuanto me ordenes; pero, como soy el más joven y tengo menos experiencia que todos vosotros, es justo que os oiga antes y entonces daré yo mi dictamen, si difiere del vuestro, apoyándolo en razones capaces de producir en vosotros la convicción.¿que dices Nicias? A ti te toca hablar primero./ NICIAS - No rehuso decir lo que siento, Sócrates. Me parece, tal es mi dictamen, que este ejercicio de las armas es muy útil a los jóvenes porque, además de alejarlos de los placeres de pasatiempo, que buscan de ordinario por falta de ocupación, los endurece en el trabajo y los hace necesariamente más vigorosos y más robustos. Mejor que éste no lo hay, ni que exija más maña, ni más fuerza. Éste y el de montar a caballo son los más a propósito para jóvenes libres, porque, a causa de las guerras que tenemos o que podamos tener, no hay mejores ejercicios que los que se hacen con las armas que sirven para la guerra. son de una gran auxilio en los combates, ya se combata en fila o y, rotas éstas, haya que batirse cuerpo a cuerpo; ya se persiga al enemigo que, de tiempo en tiempo, vuelva la cara para resistir, o ya que, en retirada, haya precisión de desembarazarse de un hombre que le va dando alcance a uno con espada en mano. El que está acostumbrado a estos ejercicios no teme a un hombre sólo ni a muchos juntos, y siempre saldrá vencedor. Por otra parte, inspiran una verdadera pasión por otros más serios; porque doy por sentado que todo hombre que se ejercita en la esgrima entra en deseo de saber la táctica militar, como resultado de la esgrima, y cuando lo ha conseguido, lleno de ambición y ansioso de gloria, se instruye en todo aquello que puede alimentar esta idea y trabaja en elevarse por grados a los conocimientos de un general de ejército. Es cierto que nada hay tan precioso ni tan útil como estos diferentes ejercicios de armas con todos los demás estudios que preparan para la guerra, siendo éste indudablemente el primero. A todas estas ventajas es preciso añadir, además, una, que no es pequeña, y es que esta ciencia de la esgrima hace a los hombres más valientes y más atrevidos en los combates, sin que despreciemos otro efecto que produce, por insignificante que parezca, y es que, en ocasiones, da al hombre cierto aire marcial y apuesto que impone a sus enemigos . Soy, pues, de dictamen, Lisimaco, que es preciso enseñar a los jóvenes estos ejercicios, y ya he dado las razones. Si Laques es de otro dictamen, lo oiré con gusto./ LA - Pero Nicias, es necesario mucho atrevimiento para decir de cualquier ciencia que no debe aprenderse, porque siempre es bueno saber de todo; y si la esgrima es una ciencia, como lo pretenden los que la enseñan y como Nicias lo dice, estoy conforme en que conviene aprenderla; pero si no es una ciencia y los que se dicen sus maestros nos engañas a fuerza de ponderarla, o si, aun siendo ciencia, es de poco interés, ¿para qué consagrarse a ella? / Los lacedemonios son los más apasionados por todo lo que hace relación al ejercicio de las armas, y que los maestros de esgrima que allí adquiriesen reputación harían indudablemente por todas partes su negocio, como sucede respecto de los poetas trágicos que se acreditan en Atenas./ Puede, muy bien, suceder que la esgrima sea, como dice Nicias, una ciencia muy útil, pero yo os digo lo que he visto; de suerte que, como dije al principio, si es una ciencia, es de bien poca utilidad,y si no lo es y se nos engaña dándole este bello nombre, tampoco merece que nos detengamos en ella. Si son los cobardes los que se dedican a la esgrima, se hacen más insolentes y su cobardía se pone más en evidencia; y si son los valientes, todo el mundo tieme puestos en ellos los ojos; y si llegan a incurrir en la menor flata, sufren mil burlas y mil clumnias; porque esta profesión no es indiferente; expone furiosamente a la envidia, y si un hombre que se aplica a ella no se distingue grandemente por su valor, cae en el ridículo, sin poder evitarlo. He aquí lo que me parece, Lisimaco, la inclinación a este ejercicio. Pero, ahora, como dije el principio, es preciso no dejar marchar a Sócrates, sin que, a su vez, nos dé su dictamen./ LI - Te los suplico, Sócrates, porque tenemos necesidad de un juez que termine esta diferencia. Si Nicias y Laques hubieran sido del mismo dictamen, hubiéramos podido ahorrarte este trabajo; pero ya ves que disienten enteramente. Es necesario oír tu dictamen y ver a cuál de los dos prestas tu aprobación./ S - ¡Cómo, Lisímaco! ¿Sigues el dictamen del mayor número? / LI- Qué cosa mejor puede hacerse?/ S- ¿Y tú también, Melesias? ¡Qué! Tratándose de la elección de los ejercicios que habrá de aprender tu hijo, ¿te atendrás más bien al dictamen del mayor número que al de un hombre solo, que haya sido bien educado y que haya tenido excelentes maestros? / MELESIAS- Por lo que hace a mí, Sócrates, me atendré a este último./ S- ¿Te atenderás más bien a su opinión que a la de nosotros cuatro?/ M- Quizá./ S- Porque yo creo que, para juzgar bien, es preciso juzgar por la ciencia y no por el número./ M- Sin contradicción./ S- Por consiguiente, la primera cosa que es preciso examinar es si alguno de nosotros es persona entendida en la materia sobre que se va a deliberar, o si no lo es. Si hay uno que lo sea, es preciso acudir a él y dejar a los demás; si no lo hay, es preciso buscarlo, ¿imagináis que se trata aquí de un negocio de poca trascendencia? No hay que engañarse; se trata de un bien, que es el más grande de todos los bienes; se trata de la educación de los hijos, de que depende la felicidad de las familias; porque, según que los hijos son viciosos o virtuosos, las casas caen o se levantan../ M- Dices verdad./ S- No es poca toda prudencia en este negocio./ M- Seguramente./ S- ¿Cómo haremos, pues, si queremos examinar cuál de nosotros cuatro es el más hábil en esta clase de ejercicios? ¿No acudiremos, desde luego, a aquel que los haya aprendido mejor, que más se haya ejercitado y que haya tenido los mejores maestros?/ M- Asi me lo parece./ S- Y antes de esto, ¿no trataremos de conocer la cosa misma que estos maestros le hayan enseñado? / M- ¿Qué es lo que dices?/ S- Me explicaré mejor. Me parece, que al principio, no nos pusimos de acuerdo sobre la cosa que había de ser materia de deliberación, a fin de saber quién de nosotros es el más hábil y ha sido formado por los mejores maestros./ NICIAS- Qué, Sócrates; ¿no deliberamos sobre la esgrima para saber si es preciso o no es preciso hacerla aprender a nuestros hijos?/ S- No digo que no, Nicias; pero, cuando un hombre se pregunta si es preciso aplicar o no aplicar un remedio a los ojos, ¿crees tú que su deliberación debe de recaer más sobre el remedio que sobre los ojos?/ N- Sobre los ojos./ S- Y cuando un hombre delibera si pondrá o no un bocado a su caballo, ¿no se fijará más bien en el caballo que en el bocado? / N- Sin duda./ S- En una palabra, siempre que se delibera sobre una cosa con relación a otra, la deliberación recae sobre esta otra cosa, a la que se hace referencia, y no sobre la primera. / N- Necesariamente./ S- Es preciso, por tanto, examinar bien si el que nos aconseja es hábil en la cosa sobre la que recae nuestra consulta./ N- Eso es cierto./ S- Ahora deliberamos sobre lo que es preciso que aprendan estos jóvenes, y la cuestión recae, por consiguiente, sobre su alma misma./ N- Así es./ S- Por tanto, se trata de saber si, entre nosotros hay alguien que sea hábil y experimentado para dar cultura a un alma, y que haya tenido excelentes maestros./ LAQUES- Cómo, Sócrates, ¿no hs visto nunca personas, que sin ningún maestro, se han hecho más hábiles en ciertas artes que otras con muchos maestros?/ S- Sí, Laques; he conocido algunos, y todos éstos podrás decirte que son muy hábiles; pero tú no los creerías jamás mientras no hagan antes, no digo una, sino muchas obras bien hechas y bien trabajadas./ N- Tienes razón, Sócrates./ S- Puesto que Lisimaco y Melesias nos han llamado para que les diéramos consejos sobre la educación de sus hijos, por el ansia de hacerlos virtuosos, nosotros, Nicias y Laques, estamos obligados, si creemos haber adquirido sobre esta materia la capacidad necesaria, darles el nombre de los maestros que hemos tenido, probar que eran hombres de bien y que, después de haber formado muchos buenos discípulos, nos han hecho virtuosos también a nosotros; y si alguno, entre nosotros, pretende no haber tenido maestro, que nos muestre sus obras y nos haga ver, entre los atenienses o los extranjeros, entre los hombres libres o los esclavos, las personas que, con sus preceptos, se han hecho mejores según el voto de todo el mundo. Si no podemos nombrar nuestros maestros ni hacer ver nuestras obras, es preciso remitir a nuestros amigos en busca de consejo a otra parte y no exponernos, corrompiendo a sus hijos, a las justas quejas que podrían dirigirnos hombres que nos aman. Por lo que a mí toca, Lisimaco y Melesias, soy el primero en confesar que jamás he tenido maestros en este arte, aunque, con pasión, lo he amado desde mi juventud; pero no he sido bastante rico para pagar a sofistas que se alababan de ser los únicos capaces de hacerme hombre de bien y por mí mismo aún no he podido encontrar este arte. Si Nicias y Laques lo han encontrado, no me sorprenderá, porque, siendo más ricos que yo, han podido hacer que se les enseñara, y siendo también más viejos, han podido encontrarlo por sí mismos; por esto me parecen muy capaces de poder instruir a un joven. Por otra parte, jamás hubieran hablado con tanto desembarazo sobre la utilidad o inutilidad de estos ejercicios si no estuviesen seguros de su capacidad. Por tanto, a ellos es a quienes corresponde hablar. Pero lo que me sorprende es que estén tan encontrados en sus dictámenes. Te ruego, Lisimaco, que, a la manera que Laques te suplicó que no me dejaras marchar y que me obligaras a dar mi dictamen, tengas ahora a bien no dejar marchar a Laques y a Nicias, sino obligarlos a que te respondan, diciéndoles: Sócrates asegura que no entiende nada de estas materias y que es incapaz de decidir quién de vosotros tiene razón, porque no ha tenido maestros ni tampoco ha encontrado esta ciencia por si mismo; por tanto, vosotros, Nicias y Laques, decidnos si habéis visto algún maestro excelente para la educación de la juventud. ¿Habéis aprendido de alguno este arte? ¿O lo habéis encontrado por vosotros mismos? Si lo habéis aprendido, decidnos quién ha sido vuestro maestro y quiénes son los que viven entregados a la misma profesión, a fin de que, si los negocios públicos no nos dejan el desahogo necesario, vayamos a ellos y a fuerza de presentes y de caricias, lo obliguemos a tomar a su cargo a nuestros hijos y los vuestros y a impedir qué, por sus vicios, deshonren a sus abuelos; y si habéis encontrado este arte por vosotros mismos, citadnos las personas que habéis encontrado este arte por vosotros mismos, citadnos las personas que habéis formado y que de viciosos se han hecho virtuosos en vuestras manos; pero si es cosa que desde hoy comenzáis a mezclaros en la enseñanza, tened presente que no vais a hacer el ensayo sobre Carios (Soldados mercenarios, hijos perdidos de los ejércitos), sino sobre vuestros hijos y los hijos de vuestros mejores amigos, y temed no os suceda precisamente lo que dice el proverbio: hacer su aprendizaje sobre una vasija de barro (Vaso de barro cristalizado muy dificil de amoldar.) Decidnos, pues, qué es lo que podéis o no podéis hacer. He aquí, Lisimaco, lo que yo quiero que les preguntes, y no los dejes marchar sin que te contesten./














Página 65 - en el círculo

No hay comentarios: